“El lector descubrirá cierta pasión escondida en los trabajos que se relacionan con los duros tiempos que ha sufrido el país. Que no suponga, sin embargo, que la pasión ha contenido el afán de objetividad que me mueve cuando procuro entender algo que ha ocurrido a mi alrededor. Desearía haber logrado un prudente equilibrio entre la pasión y la objetividad y más aún, desearía que ese equilibrio dejara intacto el interés que puedan suscitar los temas de la realidad argentina” (José Luis Romero, En Iglesia y Dictadura. Buenos Aires, 1999. Editorial La página S.A)
Las imágenes siguen inmóviles, guardadas en el recuerdo de cada uno de nosotros, yo, recorro por ultima vez ese espacio, ese espacio lleno de angustia, dolor, injusticia, y esperanza. Sin embargo, esas caras duras, esos pañuelos blancos, tal vez nunca se enteren de que estuve allí, compartiendo en una porción muy pequeña su dolor y su angustia.
Al darle la espalda, sabía que esa sería la ultima vez que la vería en la Universidad, luego sería llevada por nuevos caminos, para que otros tantos como yo la observaran. Esos rostros parecían de pronto mirarme, esos pañuelos siempre pulcros y relucientes por fuera, en realidad esconden manchas imborrables, manchas que la dictadura les ha dejado, como cicatrices que aún con correr del tiempo siguen allí, esperando ser borradas.
Esas mujeres y hombres parecían despedirse, mirarme y despedirse, y pedirme que no olvidara, ¿Cómo voy a olvidarme? ¿Cómo voy a olvidar esos rostros, llenos de dolor, de rabia, de desconcierto?, Llenos tristeza.
Esta historia se caracteriza por no tener una pizca de color, ya que lo que muestra no es del todo agradable. Se pueden ver, eso sí, toda la escala de grises, desde el negro más profundo hasta el blanco más luminoso, pero todo gris, no más que gris.
Pero esto no es una foto de los años ’20, esto es “Imágenes para la memoria”.
De regreso a mi casa no pude evitar recordar las palabras de Mabel Coutada acerca de la misma, o los ojos brillosos y penetrantes de Agostina viendo absorta cómo los medios de comunicación se prestaron al juego que la dictadura les invitaba a jugar, o la voz quebrada de Alejandra al descubrir que había mas centros clandestinos de los que ella pensaba.
La voz de la conciencia
Sobre el piso terracota de la Universidad, se extienden grandes paneles de dos metros de alto que invitan a hacer un recorrido a través de la historia. Pero como todos sabemos, la historia guarda secretos y verdades muy dolorosas que pujan por salir a la luz, y esto es lo que revela la muestra Imágenes para la memoria. Organizada y producida por la Asociación Civil Memoria Abierta, que esta integrada por organismos defensores de los derechos humanos, y Madres de Plaza de Mayo, entre otros. La exhibición recoge videos, fotos, cartas de gente detenida, escritos que sí pudieron escapar los muros de los centros clandestinos y llegar a sus familiares, pedidos de información y respuestas burocráticas de militares y religiosos. La muestra, que ha sido inaugurada durante el 30 aniversario del último golpe militar, transita desde los años previos al último golpe de Estado, pasando por la tortura, la desaparición y matanza de miles de argentinos, la transición democrática con el presidente Raúl Alfonsín, el Juicio a las Juntas, los posteriores indultos, hasta llegar a la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, la reapertura de los juicios a militares, y la esperanza de que finalmente haya justicia y se pueda cerrar de una vez por todas, un período atroz y cruento de la historia Argentina.
El pasillo me dirige a una oficina toda vidriada, que permite ver el interior de la misma, sobre la puerta un enorme cartel que dice Box 33 Departamento de Cultura. Toda la oficina derrama cultura, sobre las grandes ventanas de vidrio hay carteles superpuestos presentando próximas actividades culturales, al entrar me esperaba una mujer de unos 50 años, ella es Mabel Coutada, directora del Departamento de Cultura de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Durante la década del ’70 fue una de las tantas militantes que se levantó contra el régimen establecido, y a pesar de que las circunstancias del destino la llevaron a ser una sobreviviente de aquella época, tiene dos hermanas y un sobrino desaparecidos.
Tal vez por eso, decidió que la muestra debería transitar por los pasillos de la Universidad. Sus palabras fueron claras, “creo que todos tienen derecho a enterarse de lo que sucedió. La mínima responsabilidad que tiene nuestra generación, la generación de los ’70 y los adultos que estamos como docentes, cumpliendo un rol de formadores, es trabajar abriendo estos espacios de reflexión con la gente que no vivió esa época, para que eso se discuta, se lea, se busquen y encuentren distintas miradas.
Hoy, después de ese encuentro recuerdo sus palabras, recuerdo que me dijo que todos tienen derecho a enterarse de lo que pasó y que esa historia debe mantenerse presente en el recuerdo y en la memoria, porque busca la verdad y la justicia.
El tour de la memoria
Me decido a comenzar el recorrido, hasta ese momento jamás le había prestado la atención que se merecía, me sentía afortunada de que la UNQ, sea la primera Universidad pública donde se presentaba. Y recordé las palabras de Mabel que me explicaban que esta muestra al ser itinerante ha estado en muchos lugares, como en el Teatro San Martín, en Posadas (Misiones), en el Palacio San Martín (Buenos Aires), , en la Parroquia Santa Cruz (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), en el Espacio Casa de la Cultura (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), en Pretoria (Sudáfrica), en Santa Rosa (La Pampa)
Y pronto comprendí a que sé debía el interés de la misma, esos grandes paneles que te reciben en el ágora de la Universidad no parecen indiferentes ante la mirada expectante del público. A cada instante parecía escuchar la voz de Mabel en mi oído, como si estuviese a mi lado, sin embargo la había dejado en su oficina luego de una cordial conversación, aunque sus palabras estaban presentes, “creo que esta es una muestra que impacta, porque tiene fotografías muy grandes -los paneles son paneles de dos metros-, es una muestra fuerte a la que nadie puede permanecer indiferente”, y es verdad, es una muestra a la que nadie puede permanecer indiferente. Nadie puede pasar por al lado de ella sin dejar de mirarla, aunque sea una foto. En ese momento recordé a Nicolás, desconforme con la poca interacción de la Universidad y con la falta de participación del público con la misma, “Me pareció que era una muestra ya armada, que no daba lugar a la participación de los estudiantes en ella”, me comentará luego en la charla que tendremos.
Sin embargo, no hay que dejar de resaltar la importancia que tiene la misma, refresca nuestras memorias.
El país del recuerdo
Llego, continuando el recorrido que unas fechas amarillas sobre el piso me
invitan a seguir, a un lugar clave de la muestra, es un gran mapa del país, rodeado de paneles con cartas, en todos los tamaños, colores, letras y estilos.
Me acerco a una chica que parecía estar esperándome, es Alejandra Cajal, de unos veinti tantos años. Nos saludamos amistosamente, y sin que le pregunte nada me dice con la vos muy efervescente
-: ¿Viste esto?, Señalándome el mapa de nuestro país, donde nos encontramos paradas.
Inevitablemente nuestros pies no pueden escapar a esos puntitos rojos marcados en él, no hay forma de eludirlos, ante la escapatoria de ellos, inevitablemente caemos en pisar otros. Esos puntos rojos no nos marcan las capitales de las provincias, como muestran habitualmente los mapas con división política; tampoco los destinos turísticos de cada provincia. Nos muestran destinos, sí, pero no los que nos imaginamos. En realidad nos revelan algo un poco más escalofriante, los 340 centros clandestinos que hubo durante la época que comprendió el periodo de 1976 hasta el regreso de la democracia en 1983.
Alejandra me comenta que no sabía que había tantos centros, mirando concentrada cada punto, cada detalle del mapa. “yo pensé que había en Buenos Aires y en alguna que otra provincia, no sabía que había en todo el país”. Le pregunte si le había gustado de la muestra y qué le había parecido; yo le dije que me había gustado la parte de las cartas, que se encontraban junto al mapa y que me había parecido una apuesta importante por parte de la Universidad; me contestó que estaba buena, que le había gustado en general, pero que no había mucha información sobre quien la había hecho, pero que le gustaba igualmente porque mostraba datos reveladores sobre la historia. “Yo esto no lo vi en ningún lado, señalándome el mapa”. En todo momento me habló sin mirarme, estaba perdida en el mapa, observando cada detalle, cada punto, mirando cada carta, leyendo, releyendo y volviendo a leer. Celular en mano, iba tomando fotos, fotos y más fotos, como queriendo archivar en la memoria de su celular, todo, cada detalle, para no permitirse olvidar nada, porque de eso se trata... de no olvidar.
Buenos alumnos
Frente a la entrada del comedor, al sudeste de la rosa de los vientos que hay en el ágora, Agostina me habla de corrido, impaciente, sin puntos ni comas, como para que nada se le escape de la memoria, para que nada le quede por decirme. Me habla de los medios, de las revistas y los diarios; todo aquello que estamos viendo en el panel dedicado a eso donde estamos paradas.
Minutos antes de nuestro encuentro llegaría a ese lugar, un panel dedicado pura y exclusivamente a los medios de comunicación. Tras ver eso me replantearía muchas cosas acerca de la profesión que elegí, “la manipulación y ocultamiento de información es algo que no me tengo que permitir cuando sea periodista”, me decía a mi misma.
Quedo inmóvil viendo cada fotografía, cada tapa de diarios y revistas, a lo lejos veo que una chica se acerca a mi, y se sonríe al darse cuenta que soy yo,
¿Que haces acá, no habías visto esto? Me dijo
Sí, le contesté sorprendida por su pregunta, lo que pasa es que no le había prestado atención en mucho detalle
Es Agostina, una compañera, tiene unos ojos verdes penetrantes, el color rubio dorado de su pelo, logra ser un contrate fascinante frente a esas fotos grises y apagadas de la historia. Fotos que revelan una verdad insospechable. Tiene veintidós años y una convicción y espíritu muy contagiosos.
“Espero que cuando me reciba no tenga que hacer esto, yo no estudio para mentirle a la gente”. Señalándome las tapas de diarios y revistas que enseña la campaña de manipulación que hubo durante esa época.
“Mirá quien viene” desde lejos se ve la figura de un hombre flaco, mas o menos alto con unos rulos inconfundibles, es Nicolás, nos saluda fraternalmente, y de pronto comienza a hablarnos sin parar, “A mi mucho no me gustó la muestra, porque no se habló de Julio López, me parece que lo tendrían que haber incluido, además no vi nada revelador, todo esto ya lo conocía. Tampoco se le dio el espacio para participar a los estudiantes, en vez de poner esos videos que nadie ve, podrían haber armado charlas debate, para que los interesados den su opinión sobre la muestra”. Al ver nuestras caras de desconcierto, nos dijo “Ojo, que no estoy en contra, me parece bueno que se exponga esto, pero tal vez le falto un poco más”.A pesar de no estar demasiado de acuerdo con él, supe al instante que se había tomado el tiempo para recorrerla, y eso era lo más importante.
La muestra despierta pasiones, encuentros y desencuentros, acuerdos y desacuerdos, pero hay algo que es inevitable... no involucrarse con ella.
El final del recorrido
De todas las frases que he escuchado acerca de aquella época y de conservar la memoria, la que siempre me ha resonado es “todo esta guardado en la memoria”.
La tarde se ha desvanecido en el horizonte, la luna ya ser ha asomado y las luces artificiales se han encendido.
Mañana al regresar, la muestra ya habrá desaparecido, la indiferencia de los estudiantes volverá a su estado natural, ya no habrá nada que observar, todo quedará vacío, vacío de historias, relatos, y de verdades. Sin embargo, su desaparición será solo física, ya que todo esta guardado en la memoria
Noelia Santolini