martes, 13 de mayo de 2008

Cuando la historia perdió al maestro

De espaldas a mi, quedaron ellos, mirándondome, despidiéndome, agradecidos por haber pasado, esos lentes con el vidrio roto, pronto partirían, sería el último día de la muestra en la Universidad, al otro día al regresar me encontraría con un hall vacío, desolado.
Todo volvía a la normalidad, la indiferencia de los estudiantes volvía a su estado natural, ya no había nada que observar, todo había quedado vacío, vacío de historias, relatos que contar y de verdades, pero lleno de intrigas y con la satisfacción de haber podido disfrutarlo.
Al entrar todo estaba igual que siempre, el guardia que parece estar siempre enojado, como molesto con su trabajo. El rectorado, esa estructura que representa el gobierno de la Universidad y que permanece frió y desinteresado ante las miradas expectantes de los estudiantes. El monumento a los desparecidos durante la dictadura, una especie de banco que invita a sentarse para no olvidar lo ocurrido en aquella época. El centro de estudiantes, siempre abarrotado de chicos, desde la puerta casi puede oírse el griterío que proviene de ese lugar, finalmente luego de un largo recorrido por esas callecita interna, me enfrento a la puerta de la Universidad, al llegar, luego de una jornada de arduo trabajo, algo capturó mi atención. Una gran placa donde se relejaban unos enormes lentes, lentes por cierto inconfundibles, lentes que me miraban. Encima de esa imagen dos palabras que sintetizaban todo “ese hombre”. Al verla, descubrí de quien se trataba, no podía ser otra persona que no fuera Rodolfo Walsh, al acercarme a ese laberinto que me invitaba a recorrerlo, mis sospechas fueron confirmadas. De pronto me encontré con una enorme foto de “ese hombre”, una foto que parecía mirarme fijamente, su rostro siempre tranquilo y cálido no parecía revelar la personalidad combativa de este.
Los lentes, rasgo fundamental de su caracterización, parecían quererme mostrar algo, funcionaban como una lupa para un detective, como si tuviesen la necesidad de revelar todos sus secretos, ¿Qué se esconde detrás de Rodolfo Walsh?
Rodolfo Walsh nació en Choele-Choel, provincia de Río Negro, en 1927. Sin duda se puede decir que se ha convertido en el escritor más importante de la Argentina, en lo que respecta al género no ficcional.
La muestra titulada “la sublevación de la palabra” refleja cuatro aspectos de la vida de Walsh: el militante; el escritor, el hombre y el periodista. Estos están acompañados por 67 paneles que los sintetizan, junto a fotografías del autor, escritos y objetos que reflejaban su vida, como la maquina de escribir, ansiosa por seguir develando misterios; una reconstrucción del club de ajedrez donde se juntaba en La Plata, en cuyo centro hay una mesa de ajedrez con sus piezas, que esperan impacientes que alguna mano ansiosa comience su juego.
La muestra fue inaugurada el 7 de junio del pasado año, con motivo de conmemorar el día del periodista. El lugar elegido para dicho acto fue la facultad de comunicación y periodismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en homenaje al escritor argentino desparecido 30 años antes por la dictadura militar.
La muestra recorre toda la vida del autor hasta llegar a su punto final, la desaparición física del escritor. Digo física justamente porque a cada paso, con cada panel de la muestra parece estar allí, escondiéndose, jugando a las escondidas con el espectador, marcando el recorrido del túnel. Alguna vez leí que su mujer dijo que “en los 20 años que siguieron a Operación Masacre, la vida del escritor se fue enraizando cada vez mas con la historia del país, trazando con sus oficios terrestres y su compromiso político una trayectoria insobornable. Lo único que no cambio con Operación Masacre fue la cédula falsa a nombre de Norberto Pedro Freire que usó para protegerse. Veinte años después, el 25 de marzo de 1977, cuando lo emboscó el Grupo de Tareas, llevaba esa cedula. Sí, asesinaron a Freire, pero que Rodolfo Walsh se les escabulló una vez más. Por ahí lo veamos tomando notas por la Recoleta”. ¿Y saben una cosa? Cada vez estoy más segura de eso.

Noelia Santolini

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