lunes, 2 de junio de 2008

Esa mujer

Rodolfo Walsh

En el texto Esa mujer, se muestra un encuentro que tuvo el autor del cuento con un coronel de las fuerzas armadas. Esta entrevista transcurre en la casa de dicho personaje, el cual por la descripción que hace el autor del reportaje, es un hombre rudo, frió y calculador, con un pensamiento formado sobre la situación que vive el país, y por el cual no siente remordimientos al expresarlo.
El texto se nos presenta cronológicamente ordenado, la entrevista comienza al atardecer, y el entrevistador nos va describiendo cómo, a medida que pasa el tiempo, va cayendo la noche sobre Buenos Aires. Hay dos rasgos que marcan el correr de las horas, por un lado la iluminación, la cual deja de ser natural para convertirse en la iluminación de las calles de Buenos aires,
“Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires.”
“No contesta. Estamos sentados junto al ventanal. Las luces del puerto brillan azul mercurio. De a ratos se oyen las bocinas de los automóviles, arrastrándose lejanas como las voces de un sueño. El coronel es apenas la mancha gris de su cara sobre la mancha blanca de su camisa.”
Por otro lado la embriaguez cada vez más aguda del coronel, que desde el principio de la charla a estado bebiendo whisky,
“El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.”
“Oscurece por grados, como en un teatro. La cara del coronel es casi invisible. Sólo el whisky brilla en su vaso, como un fuego que se apaga despacio. Por la puerta abierta del departamento llegan remotos ruidos.”
“Vuelve a servirse un whisky.”
“Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa. Y por un momento, cuando el resplandor cárdeno lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimas le resbalan por la cara. ­ “No me haga caso -dice, se sienta­. Estoy borracho”.
En la entrevista aparece una figura enigmática, una mujer que en ningún momento es nombrada por su nombre, sin embargo, podemos fácilmente deducir que se trata de Eva Duarte de Perón, esto se deduce por las descripciones que hace de la misteriosa mujer y de las circunstancias de su muerte y posteriores.
Finalmente el cuento termina cuando el escritor se da cuenta que nunca descubrirá el lugar donde yace la mujer muerta, o que por lo menos no lo hará contando con la confesión del coronel. El cuento nos deja con un sentamiento de desdicha y derrota por parte del periodista, que finalmente no logra develar la verdad,
“¿Dónde, coronel, dónde?
Se para despacio, no me conoce. Tal vez va a preguntarme quién soy, qué hago ahí. Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no volveré nunca. Mientras mi dedo índice inicia ya ese infatigable itinerario por los mapas, uniendo isoyetas, probabilidades, complicidades. Mientras sé que ya no me interesa, y que justamente no moveré un dedo, ni siquiera en un mapa, la voz del coronel me alcanza como una revelación.
Es mía -dice simplemente­. Esa mujer es mía.”

Noelia Santolini

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